miércoles, 9 de junio de 2010

Villeta


El municipio de Villeta (Cundinamarca) fue fundado el 29 de Septiembre de 1551 con el nombre de Villeta de San Miguel por Alonso de Olalla y Hernando de Alcocer quienes fueron comisionados por Don Gonzalo Jiménez de Quezada para lograr el sometimiento de las comunidades indígenas (Tobia, Cune, Namay, Maní y Chapaima) que habitaban esta región; con su llegada, trajeron consigo las semillas de caña las cuales cultivaron y beneficiaron en trapiches rudimentarios elaborados con madera, y mas tarde, hacia el año 1816 con la llegada de Don Guillermo Wills se construyo el primer trapiche movido por agua en el país y se iniciaron los primeros cultivos organizados de caña.
Rodeada por una tupida vegetacion Villeta cuenta con variadas opciones para disfrutar de la naturaleza. Su principal atraccion son sus cascadas conocidas como los Saltos de Mico, las cuales uno puede recorrerlas montaña arriba hasta llegar a su séptimo salto. Rafting, rapel, paintball son algunas de las actividades que uno puede realizar en un clima que ronda los 25°c.

Sin plata para apostar!
La amabilidad de su gente y la travesía por un carro a rulemanes a traves de unas vías muertas nos condujeron a un camping (a 4km del centro) no muy conocido por los visitantes. Donde pudimos alojarnos por un precio muy accesible.
Al llegar la noche en medio de la selva y con la oscuridad cubriendolo todo el estomago nos recordo que no se vive de solo cerveza, se empaco con natural razón y nos dio hambre. La nesecidad y una pequeña linterna nos condujo por un camino estrecho hasta una pequeña pueblada donde pudimos satisfacer nuestro instinto. En una extensión de no más de 150mts se regocijaban unas 200 personas entre tiendas de cerveza y asaderos. Para sorpresa nuestra (la mía y la de mi novia) descubrimos que la actividad principal del lugar era la riña de gallos. La curiosidad de tal actividad nos sedujo para el resto de la noche, nuestra atención solo se distrajo para la ingesta de alcohol, por lo demas, todo se concentraba en aquella contienda. El trabajo delicado y minucioso de colocarles las espuelas en una de sus patas luego de amputarle con una tijera el dedo posterior al valiente animal, la nerviosa incertidumbre de sus dueños antes de la pelea, las apuestas, la luz de largada y el griterio nos estremeció. Esos animales se jugaban la vida por la reputación de sus entrenadores, el bolsillo de la multitud y a esas alturas, nuestra salida de domingo a la noche.
Las primeras sensaciones fueron grotescas. Ver a los luchadores mordiendo el polvo y la adrenalina que se vivía en ese lugar nos alegraba la tristeza de la compasión. Las últimas fueron de impotencia por habernos gastado los últimos morlacos en las cervezas y no tener dinero para codiciada apuesta. En fin, luego de lamentar no haber traido camara para inmortalizar aquel suceso, desandamos el camino que nos trajo. Por supuesto el tema central de nuestra conversación se la dedicamos a los gallos.

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